«Confieso que
no profeso a la libertad de prensa ese amor completo e instantáneo que se
otorga a las cosas soberanamente buenas por su naturaleza. La quiero por
consideración a los males que impide, más que a los bienes que realiza.»[…]
»En un país donde rige ostensiblemente el dogma de
la soberanía del pueblo, la censura no es solamente un peligro, sino un absurdo
inmenso. […]
»Norteamérica es tal vez, en este momento, el país
del mundo que encierra en su seno menos gérmenes de revolución. En Norteamérica, sin embargo, la prensa
tiene los mismos gustos destructores que en Francia, y la misma violencia sin
las mismas causas de cólera. En Norteamérica, como en Francia, es ese poder
extraordinario, tan extrañamente mezclado de bienes y de males, que sin ella la
libertad no podría vivir y que con ella apenas puede mantenerse el orden. […]
»Para recoger
los bienes inestimables que asegura la libertad de prensa, es preciso saber
someterse a los males inevitables que provoca. Querer obtener unos,
escapándose de los otros es entregarse a una de esas ilusiones que acarician de
ordinario las naciones enfermas, cuando fatigadas de la lucha y agotadas por el
esfuerzo, buscan los medios de hacer coexistir a la vez, en el mismo suelo,
opiniones enemigas y principios contrarios. […]
»Los Estados Unidos no tienen capital: las luces,
como el poder están diseminadas en todas las partes de su vasto territorio; los
rayos de la inteligencia humana, en lugar de partir de un centro común, se
cruzan allí en todos sentidos; los
norteamericanos no han colocado en ninguna parte la dirección general del
pensamiento, como tampoco la de los negocios. […]
»En los
Estados Unidos, no hay casi poblado que no tenga su periódico. Se concibe
sin dificultad que entre tantos combatientes, no se puede establecer ni
disciplina, ni unidad de acción: así se ve a cada uno enarbolar su propia
bandera. No es que todos los periódicos
políticos de la Unión se hayan alineado en pro o en contra de la
administración; sino que la atacan o la defienden por cien medios diversos.
Los diarios no pueden, pues, establecer en los Estados Unidos una de esas
grandes corrientes de opinión que elevan o desbordan los diques más poderosos.
[…]
»El espíritu
del periodista, en los Estados Unidos, es atacar groseramente, sin arte y sin
concierto, las pasiones de aquéllos a quienes se dirige; abandonar los
principios para cebarse en los hombres; seguir a éstos en su vida privada, y
poner al desnudo sus debilidades y sus vicios.
Es
deplorable tal abuso del pensamiento. […]
»Resulta de esto, sobre todo, que las opiniones
personales expresadas por los periodistas no son, por decirlo así, de ningún
peso ante los ojos de los lectores. Lo que ellos buscan en los periódicos, es
el conocimiento de los hechos. Sólo
alterando o desnaturalizando esos hechos es como el periodista puede dar a su
opinión alguna influencia. […]
»En los Estados Unidos, cada periódico tiene
individualmente poco poder; pero la prensa periódica, es todavía, después del
pueblo, la primera de las potencias. […]
Fragmentos
de: Alexis de Tocqueville, Democracia
en América, Segunda Parte, capítulo III, «La libertad de
prensa en los Estados unidos«. Fondo de Cultura
Económica, México, 1957, traducción Luis R. Cuéllar, págs. 198-205
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