martes, 10 de febrero de 2015

YA HAN PODIDO




Los dirigentes de la agrupación extremista Podemos, fuerza política (todavía) extraparlamentaria en España, ocupa todos los días todas las portadas de todos los medios de comunicación. Prácticamente, todo el país está pendiente ahora mismo de las cuentas bancarias y el estado financiero del señor Monedero, poderoso caballero.

Pero, yo pregunto: ¿qué tiene más delito, que este señor sea rico y pague más o menos impuestos a Hacienda, o que sea el «número tres» de un partido extremista de alineación comunista, vinculado a los regímenes actuales de Venezuela e Irán, que amenaza con venganzas y «frentes populares», con restaurar viejos (y caducados) sistemas sanguinarios para acabar con el Sistema actual, que aspira a asaltar el poder, a alterar radicalmente el trémulo orden constitucional e imponer una «democracia popular» de socialismo real, que ha logrado, cual flautista de Hamelín, hacer que le sigan la corriente millones de ciudadanos muy indignados, que representa, en fin, según las últimas muestras demoscópicas, la primera opción política en estimación de voto?



En España, después del derrumbe del Muro de Berlín, se coquetea y frivoliza con la perspectiva de una sublevación general y de «dar la vuelta a la tortilla» («otro mundo es posible…»), con las posibilidades del comunismo,  con la utopía, con un horizonte totalitario y liberticida, de ruina general y de confrontación ciudadana. Pero, tras años de crisis económica, no se decide a acometer una larga lista de urgentes reformas estructurales de orden institucional, social y económico (educación, justicia, sistema electoral, régimen fiscal, energía, plan hidrológico nacional, administraciones públicas, etcétera), conducentes a frenar la corrupción, modernizar las instituciones, aligerándolas de trabas burocráticas, tasas e impuestos, crear riqueza y hacer nuestra economía más productiva y competitiva, creando así puestos de trabajo. Empatizan los extremos y terminan por juntarse.

Todo indica que a la mayor parte de la opinión pública española le preocupa más lo primero (acosar a los ricos y el desquite: «quítate tú para ponerme yo») que lo segundo (unir a la nación y situarla entre las grandes potencias mundiales). El orgullo del pobre vence al orgullo nacional. En consecuencia, no es preciso esperar a las próximas elecciones: ya han podido…

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