domingo, 18 de mayo de 2014

NO HACER DE LA «ZONA CERO» EN MANHATTAN UNA FOSA COMÚN


Un grupo de familiares de los fallecidos ha llevado a cabo una protesta durante el traslado ya que se han colocado mordazas para simbolizar que sus opiniones no se han tenido en cuenta a lo largo del proceso.
"Nunca se nos dio la oportunidad de decir que no los queríamos en un museo. De hecho, nunca supimos sobre los planes", ha dicho a la televisión local NY1 Rosaleen Tallon, que perdió a un hermano en los ataques.
Llene Walsh, madre de un fallecido, ha criticado que no se haya consultado a las familias y que los restos de las víctimas vayan a quedar escondidos bajo tierra, en un área que según algunos familiares podría además sufrir inundaciones.
A la zona sólo podrán acceder familiares y médicos forenses, que confían en seguir identificando fallecidos poco a poco.
Los restos sin asignar corresponden a más de mil personas.
Del total de 2.753 víctimas mortales de los atentados, un 41 por ciento continúan sin haber sido identificadas.
El monumento que recuerda a los fallecidos en la zona donde se encontraban las torres gemelas del World Trade Center se abrió en el año 2011 y ha sido visitado desde entonces por millones de personas.»

No diré eso de «ya os lo advertí», porque queda feo y resulta petulante. Pero, lo cierto es que lo he dejado por escrito:

«Las autoridades norteamericanas impidieron que, desde el primer momento, el 11-S fuese tomado al asalto por las cámaras indiscretas y los lápices afilados. No pudo evitarse el primer ataque. Se trata ahora de hacer todo lo posible para evitar nuevas irrupciones y asaltos. Las cadenas de televisión rebobinan una y mil veces la embestida de los aviones contra los rascacielos y sus imágenes son reproducidas por doquier. Pero hay que hacer lo que está en nuestra mano para no dar carnaza gratis al tiburón. Tras los atentados del 7-J en Londres, las autoridades británicas declararon el “apagón informativo”. ¿Qué es esto? Muy sencillo: Londres no es el Madrid del 11-M, donde  la muerte y el linchamiento político fueron emitidos en directo por la televisión.
Maneras distintas de conducirse ante un mismo problema. Las democracias liberales de larga tradición, como el Reino Unido —o que han aprendido rápido, como los Estados Unidos—, no tienen nada que demostrar. En las épocas más duras del terrorismo del IRA contra intereses y objetivos (targets) británicos, mientras publicistas, intelectuales y artistas recogían fondos destinados a la «causa republicana», medios de comunicación ingleses, incluida la muy diletante BBC, acordaban no dar imágenes de dirigentes del Sinn Fein ni dar cobertura a sus mensajes. No duró mucho el silenciador mediático, pero constituyó un precedente muy respetable.
Al otro lado del océano Atlántico, la Zona Cero en Nueva York y el Pentágono en Washington se miran pero no se tocan. Son declaradas zonas protegidas, reservadas para el homenaje y el duelo. En el país del merchandising y del libre mercado por excelencia, la autorregulación se impone sobre el intervencionismo salvaje. Ocurre que no todo en Nueva York lo cubre The New York Times con su manto de influencia. 
En junio de 2005, visité el Ground Zero de Manhattan. En el sur la isla todavía quedan sin cerrar las heridas y el socavón. La gran tumba sigue abierta. Miles de americanos y extranjeros visitan este espacio devastado con la única clase de actitudes permisibles en este espacio sagrado, a saber: el respeto y el recogimiento. También la oración, pero jamás la ovación.
Pude observar que en esta zona reservada al duelo, no existe la menor concesión al espectáculo, el compadreo y el negocio. No hay en este punto crítico puestos de souvenirs, de comida rápida ni otras gaitas. Están próximos, sí, pero a distancia. En el corazón herido de la Gran Manzana se ha creado un cinturón, un cordón de cordura, un arco riguroso más de seguridad que de recato y reverencia, no impuesto por los agentes del orden sino por la restricción y la circunspección de los individuos respetuosos.»

Fragmento de mi ensayo Cine, espectáculo y 11-S (Amazon-Kindle, 2012).

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