jueves, 29 de mayo de 2014

'EUROPA EN RUINAS' de HANS MAGNUS ENZENSBERGER

Europa en ruinas 
En el año 1990, Hans Magnus Enzensberger edita Europa en ruinas (Europa in ruinen. Augenzeugenberichte aus den Jahren 1944-1948), libro que selecciona, compila e introduce una serie de crónicas periodísticas escritas tanto por reporteros de periódicos cuanto por escritores que, recorriendo algunos lugares de Europa durante el final de la Segunda Guerra Mundial y la inmediata posguerra, ofrecieron a los lectores de prensa de la época (1944-1948) una descripción directa y palmaria de lo visto y oído en lo que había quedado del Viejo Continente. Duros y crudos documentos que permiten disponer también a quienes posteriormente se han acercado a ellos de la viva descripción de un continente devastado y moribundo. Si bien varios textos allí incluidos ya han conocido versión en español, contenidos en libros correspondientes a los autores respectivos, es en 2013 cuando el volumen tal y como fue concebido por Enzensberger, ha sido editado, finalmente, en nuestra lengua.
Repárese en el registro de la primera edición: Alemania, año 1990. Acaba de consumarse la reunificación alemana. El lugar y la fecha no pueden ser más significativos. Enzensberger, que coloca la integridad por delante de la nacionalidad, propone al lector echar una mirada hacia atrás en un presente continuo que acaso sólo piensa en el futuro, lo cual sería «políticamente correcto», pero moralmente bastante ligero y políticamente muy incierto. No es posible conservar la memoria y la dignidad, desconociendo o relativizando la ira, la infamia y el horror que recorrieron Europa durante su primera mitad hasta el punto de convertirla en una masa de escombros y una pila de millones de cadáveres. Una catástrofe que no cabe entender como accidental calamidad, cual si se tratase de un terremoto o cualquier otro siniestro desatado por las fuerzas de la naturaleza. La tragedia que referimos tiene carnet de identidad y denominación de origen, causas con nombres y apellidos propios, rostros humanos descompuestos, pero reconocibles.
Berlin, 1945
Alemania no fue la única culpable de aquella atrocidad, pero sí la principal responsable de la misma. Un pueblo (Volk) con antecedentes y actitud reincidente, que además pierde (otra vez) la guerra. En 1945, el totalitarismo nazi fue derrotado por las fuerzas aliadas. Ahora —esto es, en 1990— tras la caída del Muro de Berlín, que simbolizaba el derrumbe del totalitarismo comunista, las autoridades políticas alemanas habían encontrado la ocasión propicia para cerrar página y volver a la situación territorial y fronteriza anterior. Pero, ¿cuál es ésta…? Y, sea cual fuere, ¿será esta vez la definitiva, la dada finalmente por aceptable?
Adviértase, asimismo, otra circunstancia relevante: la edición española, 2013 (Capitán Swing), coincide en el tiempo con la abrumadora hegemonía evidenciada por Alemania (independientemente del partido gobernante) en la denominada «Unión Europea». Después de todo, de país derrotado ha llegado a erigirse en potencia dominante. ¿Es esto la pax europea? ¿Tiene Europa futuro? Y, en tal caso, ¿puede o debe avanzar al precio de borrar el pasado?

«Nadie se atrevía a creer que aquel continente arrasado pudiera tener aún un futuro ante sí. En lo que se refería a Europa, la historia parecía haber llegado a su fin con un abrumador acto de autodestrucción que los alemanes habían urdido y llevado a cabo con obstinada energía» (pág. 15)

¿Ha aprendido Europa —Alemania, muy en particular— la lección de la historia? Aunque, bien pensado: ¿es esto posible? La historia, arte de la recapitulación, petrifica el pasado irremediablemente, con tendencia a condensarse en fría sucesión de informes y con inclinación muy profesional a explicar a menudo lo inexplicable. Los libros de memorias, por su parte, ofrecen bastantes muestras de subjetividad, cuando no de autojustificación. Los documentales y películas sobre la guerra y la devastación, combinando frecuentemente imágenes reales con otras de ficción, se les antojan a muchos espectadores una variante del mero espectáculo y el reality show. En suma, a gran parte de la opinión pública —incluso, la más sensibilizada—, el Holocausto judío y la catástrofe general que lo envolvió, en el fondo, les parece algo increíble.
Pero lo más serio de este asunto es que cuando se habla de la reconstrucción europea como un renacer de las cenizas y un volver a empezar, es imposible no percibir en dicha declaración una resonancia inquietante y aun un eco amenazador.
¿Cómo hacerse cargo, entonces, de la terrible herencia recibida? ¿Cómo soportar el peso del pasado? Porque estamos hablando, debo insistir, no de una simple desgracia ni sólo de ruina y destrucción contables en términos de miles de ciudades arrasadas y millones de personas aniquiladas. Estamos poniendo sobre la mesa de la historia un cataclismo político, social y moral, cuya reparación no se satisface ni concluye con aportaciones económicas a cargo de los presupuestos de los Estados, ni su restablecimiento es resultado de pomposas declaraciones de intenciones.

«Al final de la Segunda Guerra Mundial, Europa no era solo materialmente un montón de ruinas; también su bancarrota política y moral era absoluta.» (págs. 14 y 15).

 Hans Magnus Enzensberger
[Hans Magnus Enzensberger]
Lo sucedido en los años 30 y 40 del siglo XX en Europa nos remite a espacios y tiempos que cabía considerar muy alejados de ella: el Tercer Mundo y la Edad Media. Pero, sólo en apariencia. Enzensberger menciona en la Introducción situaciones lacerantes habituales en Luanda, Beirut, El Salvador, Sri Lanka. Crónicas, afirma el escritor alemán, que podemos leer a diario durante el desayuno. Pues bien, hechos semejantes —y aún peores— tuvieron lugar por entonces en Roma, Frankfurt am Main, Berlín o Atenas, en la civilizada y arrogante Europa, tan habituada a dar lecciones al mundo entero de gentilidad y alta cultura. Matanzas y torturas indiscriminadas, crueldades indecibles, hambre y miseria generalizada, familias hacinadas sobreviviendo en sótanos durante años, buscando el sustento por medio del estraperlo, la prostitución, el robo, el fraude, en la basura. Todo esto fue moneda corriente durante años de encanallamiento, perversión y corrupción en Europa. Algo equiparable a una nueva Peste Negra medieval en versión parda.
He aquí una realidad tan dura, tan atroz, tan difícil de encajar y asumir —literalmente, tan siniestra— que tiende a ser suavizada y debilitada, en el mejor de los casos, para hacerla más soportable. A fin de no perder credibilidad ni perspectiva es oportuno, entonces, acudir a cronistas, testigos oculares, de los hechos para poder ser narrados del modo más abierto, desnudo e inmediato posible. Este es el principal interés del presente volumen, al margen del valor documental y a menudo también literario, de los textos agrupados en Europa en ruinas:
«Las impresiones más lúcidas nos han llegado de la mano de los autores que siguieron a los ejércitos vencedores de los Aliados. Entre ellos destacan los mejores reporteros de América, periodistas como Janet Flanner y Martha Gellhorn y escritores como Edmund Wilson y Norman Lewis, que no tenían a menos trabajar para la prensa. Todos ellos se sitúan en la gran tradición anglosajona del reportaje literario, que no tiene parangón alguno hasta hoy entre los europeos continentales. A esto se añaden fuentes que se deben más bien al azar, como el informe interno de un redactor americano que trabajaba para los servicios secretos estadounidenses, o los apuntes de emigrantes que intentaron retornar al Viejo Mundo. Más tarde también se pusieron en camino autores de países que se habían librado de la guerra, como el suizo Max Frisch y el novelista sueco Stig Dagerman.» (pág. 20)
Leemos en estas páginas retratos en carne viva de unas sociedades europeas desahuciadas, deshumanizadas. Cada uno escrito con el estilo y la calidad propios de quien las firma, mantienen en su conjunto más de un elemento en común: prescinden de hacer propaganda —y aun denuncia— del panorama reinante, así como obvian cualquier género de sentimentalismo en la narración, no importa el horror descrito. Sus autores se limitan a hacer su trabajo, que no es otro que levantar acta de aquello que han escuchado y visto. 

A veces, no pueden reprimir un comentario irónico o una leve y contenida mordacidad; por ejemplo, cuando las declaraciones de la mayor parte de los alemanes —ellos no son nazis y no sabían lo que estaba ocurriendo— o cuando el lamento proferido es a causa de los bombardeos de los aliados y por las desdichas que están padeciendo; o cuando recuerdan, amenazadores y orgullosos, a los aliados triunfantes que sin la intervención de ellos mismos no va a ser posible reconstrucción; o cuando insisten en que si han perdido la guerra ha sido más que nada por la superioridad militar y técnica de las fuerzas aliadas. No hay palabras de perdón, sensación de vergüenza, amago de arrepentimiento. Sólo prisa y ansiedad por volver a la normalidad cotidiana, a la recuperación económica, por acabar con las cartillas de racionamiento y la ocupación militar. Un ansia no aplacada de volver a lo de antes.


domingo, 18 de mayo de 2014

NO HACER DE LA «ZONA CERO» EN MANHATTAN UNA FOSA COMÚN


Un grupo de familiares de los fallecidos ha llevado a cabo una protesta durante el traslado ya que se han colocado mordazas para simbolizar que sus opiniones no se han tenido en cuenta a lo largo del proceso.
"Nunca se nos dio la oportunidad de decir que no los queríamos en un museo. De hecho, nunca supimos sobre los planes", ha dicho a la televisión local NY1 Rosaleen Tallon, que perdió a un hermano en los ataques.
Llene Walsh, madre de un fallecido, ha criticado que no se haya consultado a las familias y que los restos de las víctimas vayan a quedar escondidos bajo tierra, en un área que según algunos familiares podría además sufrir inundaciones.
A la zona sólo podrán acceder familiares y médicos forenses, que confían en seguir identificando fallecidos poco a poco.
Los restos sin asignar corresponden a más de mil personas.
Del total de 2.753 víctimas mortales de los atentados, un 41 por ciento continúan sin haber sido identificadas.
El monumento que recuerda a los fallecidos en la zona donde se encontraban las torres gemelas del World Trade Center se abrió en el año 2011 y ha sido visitado desde entonces por millones de personas.»

No diré eso de «ya os lo advertí», porque queda feo y resulta petulante. Pero, lo cierto es que lo he dejado por escrito:

«Las autoridades norteamericanas impidieron que, desde el primer momento, el 11-S fuese tomado al asalto por las cámaras indiscretas y los lápices afilados. No pudo evitarse el primer ataque. Se trata ahora de hacer todo lo posible para evitar nuevas irrupciones y asaltos. Las cadenas de televisión rebobinan una y mil veces la embestida de los aviones contra los rascacielos y sus imágenes son reproducidas por doquier. Pero hay que hacer lo que está en nuestra mano para no dar carnaza gratis al tiburón. Tras los atentados del 7-J en Londres, las autoridades británicas declararon el “apagón informativo”. ¿Qué es esto? Muy sencillo: Londres no es el Madrid del 11-M, donde  la muerte y el linchamiento político fueron emitidos en directo por la televisión.
Maneras distintas de conducirse ante un mismo problema. Las democracias liberales de larga tradición, como el Reino Unido —o que han aprendido rápido, como los Estados Unidos—, no tienen nada que demostrar. En las épocas más duras del terrorismo del IRA contra intereses y objetivos (targets) británicos, mientras publicistas, intelectuales y artistas recogían fondos destinados a la «causa republicana», medios de comunicación ingleses, incluida la muy diletante BBC, acordaban no dar imágenes de dirigentes del Sinn Fein ni dar cobertura a sus mensajes. No duró mucho el silenciador mediático, pero constituyó un precedente muy respetable.
Al otro lado del océano Atlántico, la Zona Cero en Nueva York y el Pentágono en Washington se miran pero no se tocan. Son declaradas zonas protegidas, reservadas para el homenaje y el duelo. En el país del merchandising y del libre mercado por excelencia, la autorregulación se impone sobre el intervencionismo salvaje. Ocurre que no todo en Nueva York lo cubre The New York Times con su manto de influencia. 
En junio de 2005, visité el Ground Zero de Manhattan. En el sur la isla todavía quedan sin cerrar las heridas y el socavón. La gran tumba sigue abierta. Miles de americanos y extranjeros visitan este espacio devastado con la única clase de actitudes permisibles en este espacio sagrado, a saber: el respeto y el recogimiento. También la oración, pero jamás la ovación.
Pude observar que en esta zona reservada al duelo, no existe la menor concesión al espectáculo, el compadreo y el negocio. No hay en este punto crítico puestos de souvenirs, de comida rápida ni otras gaitas. Están próximos, sí, pero a distancia. En el corazón herido de la Gran Manzana se ha creado un cinturón, un cordón de cordura, un arco riguroso más de seguridad que de recato y reverencia, no impuesto por los agentes del orden sino por la restricción y la circunspección de los individuos respetuosos.»

Fragmento de mi ensayo Cine, espectáculo y 11-S (Amazon-Kindle, 2012).

lunes, 5 de mayo de 2014

'ENTRE BRUMAS' de JUAN GRANADOS


El subtítulo del último libro publicado hasta la fecha por Juan Granados, Entre brumas (Espacio Cultura, 2014), reza «Obra breve». Libro breve, en verdad, por lo conciso de los escritos aquí reunidos; por estar ceñido y autolimitado a asuntos varios que el autor indaga y refiere con mano experta; por lo compendioso de su contenido, reunión selecta de textos muy bien avenidos. Bienvenidos sean.

Breve obra, mas de ninguna manera precaria ni perecedera. No importa que algunos de los textos hayan sido concebidos para ser difundidos, en primera instancia, en prensa, diarios o periódicos. De hecho, si frecuentasen artículos, columnas y notas de esta categoría las páginas de los medios, deberían ser denominados sin reserva ni genérica retórica, sensu stricto, «medios de comunicación», y no, en el mejor de los casos, de mera información. Hallamos, asimismo, en el interior del volumen apuntes, comentarios y glosas, por lo general, a propósito de textos y testimonios determinados, mas no referencias cualesquiera. Coronando ciertos y acertados capítulos, las citas se me antojan encuentros con distinguidos escritores— Paul Auster, Cesare Pavese, J. L. Borges, Antonio Escohotado, Platón, Baruch de Spinoza, Woody Allen —, quienes amablemente hacen las presentaciones para conocernos mejor... Entre brumas se completa, además, con una sección de «Cuentos», en los que brilla el relato y vuela la parábola.

Si breve se percibe la obra en curso, en número de páginas, en formato, largo es, sin embargo, el aliento que lo anima; extensos y profundos son los senderos que labra; anchurosos y desahogados, los horizontes que ofrece a la mirada y el entendimiento del lector. Una circunstancia —tan rara como difícil de encontrar— sólo reconocible en el pensamiento iluminador y discreto, en el que lo particular y lo universal convergen sin apreturas ni empellones, sin coces ni codazos. Lo mismo que acontece también en la alta literatura, donde el sentido y la sensibilidad confluyen, sea a cuenta de una pequeña anécdota, sea a cuento de episodios históricos, tan queridos y sabidos éstos por Juan Granados, pulcro escritor forjado en el conocimiento de las ciencias sociales, competente historiador de elegante escritura, quien, en cualquier caso, y acometa la empresa literaria que fuere, no confunde la miscelánea con la mixtura, el refinado cóctel con el batiburrillo, el surtido escogido con el forraje, las páginas bellamente escritas con la hojarasca y el follaje.

Libro escueto, sigue la estela de la mejor escuela de literatura y pensamiento español, moldeada con primor por el ensayo, el aforismo, las epístolas, los epigramas, el artículo periodístico, de rica raigambre en nuestras Letras. Por las citas y referencias directas, según ha sido dicho, lo reconoceréis, pero también por el estilo del autor, que domina con análoga destreza las frases largas que los juicios justos y medidos.

Libro breve y preciso, con voluntad de comprensión y contacto con el lector, para ser leído sin prisas y con la mente abierta. Porque sus palabras nos hablan de lo divino y lo humano, de la Historia y de historias singulares, de paisajes y paisanajes, de tradiciones y valores que cabe conservar y amparar, sea la celebración de la Navidad, nuestro pasado y presente como nación española, la amistad y la lealtad, la riqueza y la prosperidad (ejemplar texto el dedicado a la Escuela de Salamanca en el contexto de la «decadencia del 1600»), el viaje y la aventura, sea el amor, siempre el amor... 

En suma, entre brumas, escribir y hablar de la vida, para un escritor, es el mejor argumento a partir del cual trazar un estimulante sendero de palabras luminosas. He aquí un perfecto ejemplo de ello.



Juan Antonio Granados Loureda (La Coruña, 1961) se licenció en historia moderna en la Universidad Compostelana en 1984, ampliando luego estudios de doctorado en Madrid y obteniendo la especialidad en historia económica en el Istituto Internazionale Francesco Datini de Prato (Florencia). Su labor investigadora se ha centrado en el estudio de los intendentes españoles del siglo XVIII y últimamente en su relación con el desarrollo de la construcción naval en ese período, fruto de ello han sido un buen número de artículos y colaboraciones que han visto la luz a lo largo de estos años.

Paralelamente es catedrático de historia e Inspector de educación.  Trabajo que compatibiliza con una constante tarea publicística que desenvuelve en diferentes frentes, tanto con la publicación de críticas artísticas y artículos de carácter profesional, como en sus frecuentes colaboraciones en obras individuales y colectivas de índole histórica, donde podemos destacar los libros Historia de Ferrol(1998), Historia Contemporánea de España o Historia de Galicia (1999).
Colaboró desde 2002 a 2009 con artículos de opinión en el suplemento dominical del diario El Correo Gallego, publicados en su columna: «El barril de amontillado». Iniciando en 2010 una nueva columna semanal, por nombre «Entre brumas»,  en la sección de Galicia del diario ABC.

Desde que en 2003 publica en la editorial EDHASA la novela histórica Sartine y el caballero del punto fijo, centra sus miras en la literatura. En 2006, ha publicado en la misma editorial El Gran Capitán, su segunda novela. En 2010 ha publicado, nuevamente en Edhasa, Sartine y la guerra de los guaraníes,  segunda parte de las aventuras de Nicolás Sartine y la versión en pocket de “El Gran Capitán”, además de una Breve historia de los Borbones españoles” para la editorial Nowtilus. En 2013 ha publicado, también con Nowtilus, Breve Historia de Napoleón .Y con la editorial Punto de vista, también en 2013,  el ebook: España, el Antiguo Régimen y el siglo XIX. En 2014 ha publicado con la editorial Espacio Cultura Editores el libro de narrativa breve «Entre Brumas».

Es miembro del consejo de redacción y autor en la web Anatomía de la Historia y desde julio de 2011 es director de la Revista Galega do Ensino (EDUGA)