miércoles, 12 de junio de 2013

VIVIR SIN TELEVISIÓN





Hoy, que hay un día para todo y para cualquier cosa, desconozco si ha sido declarado el Día Internacional Sin Televisión o Día del Apagón. Quién duda que habría gran expectación ante semejante acontecimiento. Cosa nada de extrañar, cuando la cosa va del Ente y de espectadores pendientes de la antiguamente denominada «pequeña pantalla». Desconozco si, para referirse a los usuarios de la tele, todavía  se emplea la expresión «televidentes», un término para mí un tanto sombrío (permítaseme la boutade), pues no puedo dejar de asociarlo a la adicción y a la quiromancia.
Hace años que no veo la televisión. Tal vez piense el lector que, por efecto de haberme quedado a oscuras, ignoro lo que está pasando en el ruidoso (y ruinoso) mundo de la televisión. No negaré que estoy un poco fuera de onda, o, dicho más claro, bastante desconectado. Tanto que, aunque tengo televisor, como digo, no veo la televisión: la pantalla en el salón de mi casa está sin conectar a la antena, utilizando aquélla para reproducir mis películas favoritas y mis óperas selectas. Sea como fuere, y por lo que a mí respecta, no necesito la TVE, ni TDT, ni TV3, ni TNT. Procuro, no obstante, estar al corriente de lo que ocurre en el mundo exterior, y no me refiero ahora a las noticias internacionales... No es presunción, pero quizá esté precisamente al día por aquello de mi desconexión.


Con sinceridad, todo esto resulta anacrónico para mí. En primer lugar, la propia televisión, y, todavía peor, ¡las televisiones! Porque, por tener, en la España actual del recorte y la recesión, pululan todavía multitud de cadenas tenebrosas de ámbito nacional, a las que hay sumar bastantes más, no menos foscas, por cada Comunidad Autónoma, todo ello sin contar los canales privados y los privadísimos. Yo pregunto: si debe haber, de verdad, reducción del gasto público, austeridad y ajuste económico, ¿por qué no suprimir este descarado derroche a cuenta de tanta mamarrachada y tanta mamandurria? ¿Para qué tanta televisión en la era de Internet, como no sea para mantener la propaganda oficial, la vulgaridad impúdica y la idiocia general?

En estos tiempos que avanzan que es una barbaridad, ¿no es, ciertamente, anacrónico seguir hablando de «programación» en la «pequeña pantalla», cuando puede uno estar informado al minuto por medio de la radio y la Red de redes, acceder a un determinado programa o episodio gracias a la redifusión, el podcast, el iphone y el youtube, o decidir también a qué hora ponerse la película en casa, elegida por uno mismo, en una pantalla panorámica? ¿Se extraña alguien aún de mi falta de sintonía con el «medio» por antonomasia y de que, por mi parte, le haya puesto fin?

Televisión, vale, pero la mínimamente imprescindible en un Estado que, asimismo, debería ser lo más mínimo posible. ¿Hay vida después de la televisión? ¡Vaya que sí! Donde es difícil que la haya es en un mundo incapaz de desenchufarse del telediario y de subsistir sin la dosis diaria de «programación». Ánimo, pues, que tras el «apagón» no está el vacío, sino que empieza, al fin, un luminoso y liberador «apaga y vámonos» a pasear, al cine, al teatro, a leer o a lo que ustedes quieran.

No hay comentarios:

Publicar un comentario