viernes, 6 de julio de 2012

MARCO AURELIO. UNA VIDA CONTENIDA






 Reproduzco a continuación los primeros fragmentos del Preliminar del ensayo.

La vigencia del clásico


«Siempre hay buenas razones para volver a los clásicos. En especial, volver a quienes, como Marco Aurelio, han dejado una obra de referencia de lo más estimable. Para muchos, entre quienes me incluyo, las Meditaciones representan un libro de cabecera. Algunas mañanas, bajo de moral, no me levantaría de la cama, sin cumplir con el rito de releer ―o rememorar en la mente― seleccionadas y selectas sentencias del emperador romano. Igual que ocurre con los libros de aforismos, unas entradas complacerán a unos más que otras. Mas, sobre lo que no caben disputas es acerca de la permanente actualidad ni de la conveniencia de la revisión, y, no digamos, de la recepción de estos pensamientos puros. 

El significado preciso de la vida buena — vida superior— del hombre, la mejor manera de ordenar la existencia en común del ser humano,  es, ciertamente, materia disputable. Sin embargo, no se diga a la ligera que es materia opinable, sin más. A los griegos y los romanos de la Antigüedad (para los antiguos, según la fórmula abreviada y concisa que aquí emplearemos), la mera opinión se les antoja una instancia insuficiente con la que establecer  la teoría y la práctica del vivir humano en el contexto de la polis. Es preciso rebasarla merced a un ejercicio intelectual que aporte claridad y conocimiento. Se hacen necesarios, en consecuencia, el conocimiento, la reflexión, la meditación.

Marco Aurelio es filósofo y emperador romano. Por ese orden. Los antiguos no lo pensaban ni decían con estas palabras, a la manera de José Ortega y Gasset, pero la idea y el sentimiento respiran el mismo oxígeno: primero es el yo y luego, la circunstancia, aunque uno no pueda salvarse sin la otra. Marco Aurelio debe cuidar de sí mismo y atender a los asuntos del Estado, al mismo tiempo. Su vida y obra dan cumplida noticia ―y acaso también ejemplo― de la perspectiva vigente en los antiguos en lo tocante a un tema nuclear de la ética: cómo sobrellevar la tensión que comportan las obligaciones para con la vida pública y las devociones para con el propio ser.»



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