domingo, 27 de mayo de 2012

ADIÓS A MAYO



 «Perseguir lo imposible es propio de locos; pero es imposible que los necios dejen de hacer algunas necedades.»
Marco Aurelio, Meditaciones, Libro V, 17


Desde el derrumbe del socialismo real —y tras los atentados terroristas del 11-S—, el «neoprogresismo» ha vuelto a la barricada contracultural de inspiración sesentayochista y setentayochista, para sentirse así rejuvenecer. El desprecio de la autoridad (combinado con la pasión por el poder); el rechazo de la tradición y la herencia culturales propias, de las buenas costumbres (esto es, de la «moral burguesa»); la depreciación y menosprecio de la familia, la religión (cristiana) y la vida humana (la vegetal y la animal son protegidas); el hedonismo ramplón y el pacifismo ofuscado; el anticapitalismo visceral; el odio y el resentimiento, en fin, hacia uno mismo (la civilización occidental), son, hoy como ayer, los referentes teórico-prácticos de una vieja/nueva izquierda que ha renunciado a las ideas para abandonarse a la consigna, la nostalgia y la agitprog.


 En semejante escenario, a inicios del siglo XXI, ¿están los intelectuales alejándose de su ámbito nato y nutricio y haciéndose progresivamente de derechas? A la vista del delirio y agotamiento del pensamiento único, políticamente correcto, débil y progre —culpable, en gran medida, de la derrota del pensamiento, como advertía justamente Finkielkraut, el néoréac más señalado, hace décadas— y ante la imparable depauperación y descrédito de las «ideas de izquierda», no es extraño que los intelectuales más capaces y resueltos se liberen de inercias y lastres, y dirijan la mirada y las energías hacia las «fábricas de ideas», los think tanks, los medios de comunicación, los sitios, blogs y foros de Internet, aquellos espacios de la sociedades civil, en suma, que ofrecen libertad y frescura intelectual, y donde no huela a cerrado.

Irving Kristol realizó hace años esta célebre declaración: «Un neoconservador es un progresista asaltado por la realidad.» La ascendencia y trayectoria de los néoréac confirman estas palabras; la constatación en España de dicha transición tampoco la desmienten. La realidad, entonces, es que a día de hoy el conformismo y la vuelta al pasado están más del lado de la izquierda que de la derecha del pensamiento. Diríase, en efecto, que le quedan dos días de existencia intelectual a quienes sigan resistiéndose a decir adiós a la herencia de mayo del 68.



Fragmento del artículo «Los intelectuales y el adiós a Mayo del 68», que escribí para ABCD las Artes y las Letras (Suplemento cultural del diario ABC) y fue publicado en el número 798, semana del 19 al 25 de mayo de 2007.

domingo, 20 de mayo de 2012

Y ESO ES LO QUE NOS PASA


Que no sabemos lo que nos pasa: eso es lo que nos pasa. Tal sentencia pertenece, como es público y notorio, a José Ortega y Gasset. Y viene a cuento su citación por la suprema incertidumbre y el pasmo general que nos tienen embargados como nación. Acaso ahí resida una de las claves de la situación de desasosiego en que vivimos. Muchos no acaban de creerse todavía lo que está pasando. 

Unos, porque no le dan importancia a casi nada y viven al día. ¡Carpe diem! Otros, porque su incorregible inclinación o profundo credo les lleva a no perder la esperanza pase lo que pase, estando firmemente convencidos de que todo acabará felizmente. ¡Y luego hay quien todavía se extraña de que florezca en nuestro suelo el denominado «optimismo antropológico»! Y los de más allá, en fin, proclives a la «intrahistoria», encuentran más motivos que nunca para afirmarse en el sentimiento trágico de la vida. Y así, hasta llegar al final. Por lo visto, aquí cada cual aplica la Ley de Murphy a su conveniencia.

El pensamiento hispano siempre ha tenido afición por la abstracción y el concepto, pero sólo afición. En España, nunca se ha distinguido con claridad cuándo se habla de literatura, de ciencia, de filosofía o de política. Quizá por juzgar que todo está mezclado, y en paz. Aunque, en el fondo, bastante conservadores, los españoles, por compensación, tienen debilidad por un intelecto sumido en un totum revolutum. En este sentido, y no sólo en éste, hay razones para pensar que entre nosotros las ideas y las creencias han pasado de la premodernidad a la posmodernidad en un santiamén, sin perder tiempo en detenerse en la modernidad.


No sorprende, por tanto, que sobre este humus crezca una especie de políticos de diseño con ínfulas de pensadores à la derniére mode. Ni que tengamos a toda la nación pendiente de un fino hilo de Ariadna, perdida en el laberíntico paraninfo del Poder, donde con mucha retórica tienen lugar sesudos debates sobre el ser y no ser de España y/o Cataluña y sobre la preponderancia del sentimiento o del juicio en la conformación de la realidad. La población, dicen, vive así pendiente de saber qué «filosofía» es la que mantendrá, finalmente, el término «nación» en el novísimo Estatuto de Cataluña.


No se ría el lector, que la querella tiene su miga: para una facción en liza estatutaria, basta con declamar alto, la voz muy grave, que Cataluña es una nación, para que sin más, lo sea. Que conste, pues, el término de marras donde sea y habrá ocurrido el prodigio. Para la otra facción, es suficiente con hacer público el valor del sentimiento de la «ciudadanía catalana» para tener a la gente contenta. Venga, entonces, el desahogo cuanto antes, que se manifieste y tenga lugar el fenómeno.


Soy, luego existo. Dígase uno a sí mismo, espejito, espejito, varias veces al día: soy rico, listo y guapo, para ver así realizados su ser, su destino y su identidad. La otra alternativa no resulta menos excitante. Siento, luego existo. Anuncie uno públicamente cuál es la naturaleza de su sentimiento y se sentirá como liberado de inmediato. La magia de la cura por el habla. 

Nadie se prive de comunicar sus íntimos afectos para sentirse, por fin, comprendido. Sentido o sensibilidad. Juicio o sentimiento. Como preámbulo, he aquí la cuestión… nacional. Y quizá mañana de todo esto ya no habrá nada.


España, en términos políticos, está en manos de aficionados, de unos aprendices de brujo de corte posmoderno, que han pasado a los apuntes de Deleuze sin haber leído previamente los libros de Descartes. Las facciones discuten estupendamente sobre textos constitucionales y estatutarios tras haberse iniciado a toda prisa en Deleuze, para quien la identidad absoluta del ser y la diferencia es lo que llamamos «sentido».


¿Les suena? ¿Tiene sentido este enredo de diletantes? ¿Alguien entiende lo que pasa? Pues eso es lo que nos pasa.



 Escribí esta columna para el diario Libertad Digital.
Fue publicada con el título «Luego existo», el 31 de enero de 2006. 
Parece que fue ayer. Parece que ayer es hoy..

viernes, 18 de mayo de 2012

FILÓSOFOS VIAJEROS


La literatura nació a bordo de una nave y escribió su travesía en un primer diario de viaje: la Odisea. Desde entonces no ha parado, y la constancia de sus andanzas nos ha ido dando el indicio de las inquietudes del alma humana, sea descendiendo a los infiernos con el Dante, aventurándonos por la ruta de Don Quijote, sea persiguiendo la ballena blanca contagiados por el delirio teológico del capitán Ahab.

A veces, tras siglos de correrías, la imaginación literaria se toma un respiro. Reposa su cuerpo cansado sobre una confortable butaca, mas no por ello se detiene ni deja de concebir «historias». Se trata tan sólo de un estacionamiento transitorio en una posada de postas, el tiempo suficiente para hacerse más burgués y poder así inventar la novela moderna, descubrir la ciudadanía y los derechos de autor.

El trayecto literario penetra así en los laberintos del corazón humano, o del cerebro, según domine la tendencia romántica o especulativa en el escritor, recreando, como James Joyce, un nuevo Ulises, en viajes de veinticuatro horas alrededor de sí mismo, o proustianas ensoñaciones En busca del tiempo perdido. Pero esa es otra historia…

La filosofía, como la literatura, invita también a transitar. Su origen se localiza en las colonias de las costas griegas de Jonia, cruce de caminos entre Oriente y Occidente, ciudades de navegantes y comerciantes. Por el mismo tiempo, en el siglo VII a. C., Tales caminaba por Miletocon los sentidos puestos en el cielo por ver de desentrañar los enigmas del cosmos; con perseverancia tan racionalista que podía hacerle trastabillar, como alguna burlona convecina le advirtió, al no percibir un inoportuno socavón u obstáculo en el camino. 

Mientras tanto, Buda, después de quedar deslumbrado por el karma, emprende ruta hacia la India para predicar su doctrina. Lao Tsé, lo hace hacia China. Zaratustra, quien no le queda a la zaga, elige el camino de Persia para dirigir los pasos hacia las montañas de la sabiduría, donde, según la voluntad de poder de Friedrich Nietzsche para poner en su boca palabras divinas, sentenció:

«Y una cosa sé aún: me encuentro ahora ante mi última cumbre y ante aquello que durante más largo tiempo me ha sido ahorrado. ¡Ay, mi más duro camino es el que tengo que subir! ¡Ay, he comenzado mi viaje más solitario!» (F. Nietzsche, Así habló Zaratustra).

La filosofía comporta un itinerario, físico o intelectual, simultáneo casi siempre. En esta ocasión me voy a ocupar en particular de seguir los pasos a unos pocos filósofos, en quienes la ruta del pensamiento ha supuesto un recorrido personal por la esfera terrestre, en los que el sentido de sus ideas se percibe siguiendo la dirección de sus andadas. 

Ciertamente, sabemos desde Aristóteles que toda filosofía incorpora una búsqueda en su quehacer, pues, es, por excelencia, el saber que se busca. Esa persecución de la entraña de la vida nos transporta al conocimiento, que es auténtico des-cubrimiento.

Hay un trasfondo explorador y benignamente colonizador en toda aventura filosófica que le lleva al más allá de lo inmediato y contiguo, manifestándose de múltiples formas y por variados senderos. Sólo con el esfuerzo de la mente pudo proyectarse el Discurso del método, con el que procurarse verdad y certeza en el conocimiento, sin levantarse apenas de la cama, como fue la hazaña de René Descartes, o desplegar la cumplida Fenomenología del Espíritu, sin salir de los muros universitarios, como hizo Georg Wilhelm FriedrichHegel, o esbozar Idea de una historia universal en sentido cosmopolita, al tiempo que redactar tres críticas de la razón que cambiaron el mundo del pensamiento, y no abandonar el gabinete de trabajo, como aconteció con Inmanuel Kant.

Existen, pues, filósofos de cuna, hogareños, de espacio íntimo y ámbito circunscrito. Y también encontramos filósofos de casta errática, vocación excéntrica, errabundos que sólo se sienten a sus anchas en los generosos márgenes de un ámbito expandido. En unos casos, estos designios les vienen más impuestos que deseados, y en otros, dicha circunstancia puede interpretarse a modo de una declaración de principios, e incluso de una genuina declaración de independencia. 

Sea como fuere, de lo que no cabe duda es que sus particulares destinos no se identifican por la denominación de origen sino por la movilidad de dirección y remitente.

No es ocioso referirse aquí y ahora a Walter Benjamin. El escritor berlinés es una viva muestra ambulante de lo que denomino «filósofos erráticos» (como también lo fueron Jean-Jacques Rousseau, Friedrich Nietzsche, José Ortega y Gasset o George Santayana, por citar algunos casos más), es decir, personajes seleccionados por la circunstancia perceptible de haber producido su obra filosófica en un ámbito extendido, por carecer, o no haber sabido, podido o querido apropiarse, de un ámbito estable en su trabajo. Y si de carencias hablamos, no sería demasiado temerario, ni imprudente, aludir a la significativa ausencia en los citados autores de una «obra filosófica» en el sentido estricto en que se le asigna a lo compuesto de la A á la Z, al opus magnum de signo sistemático y cuajado.

El ámbito de los filósofos erráticos, como también lo fueron Erasmo de Rotterdam y Juan Luis Vives, ha sido un ámbito dinámico, un deambular por el orbe, que les hace merecedores del título de «vagamundos», viandantes sin parada fija o de mísera fonda, distintivos de una identidad transeúnte, de protagonistas menesterosos, huérfanos de un vivir reposado. Erráticas biografías, inestables aposentos y tensas estancias sin esperanza de asiento se convocan en una existencia responsable de un carácter y un estilo de escritura, en fondo y en forma, muy acompasados a su ritmo vital.

El ámbito fragmentario, desequilibrado y a veces hostil imprime tal sentido al devenir que lo hace inseparable de sus ideas y palabras, que nos informan de un sentimiento despejado y receptivo, una visión del mundo cosmopolita, una orientación planetaria.



Reproduzco aquí buena parte del capítulo 8 (Parte IV. «El ámbito expandido: erráticos y vagamundos»), del libro del que soy autor, Saber del ámbito. Sobre dominios y esferas en el orbe de la filosofía, Síntesis, Madrid 2001, págs. 189-193. He introducido algunas variaciones para la presente edición.

viernes, 11 de mayo de 2012

LAS CASAS DE LA VIDA




Teresa-M. Sala y Daniel Cid, Las casas de la vida. Relatos habitados de la modernidad, Ariel, Barcelona, 2012, 200 páginas

Según informan los autores en la Introducción, el título del presente volumen está inspirado en la recopilación de sonetos de amor y melancolía escritos por Dante Gabriel Rossetti, La casa de la vida. Y, en efecto, al modelo de compendio y selección de textos se ajusta Las casas de la vida, rótulo que ya nos anuncia desde la misma puerta del libro —que no otra cosa es una portada— la naturaleza plural del mismo: «A manera de homenaje presentamos esta antología de escritos realizados por el habitante y/o visitante de algunas casas de la vida, con una plural designación que parte de la idea de situar los escenarios del relato.» (pág. 17). Los protagonistas de la obra son escritores y artistas, hombres y mujeres que, con su vida y obra, representan el universo simbólico de las casas, «la cultura del habitar de la vida moderna.»

Con el advenimiento de la Modernidad, los usos y hábitos de la gente cambian sustancialmente. ¿Y quiénes mejor que los escritores, los pintores, los arquitectos, para darnos cuenta, por obra y gracia de la mirada escrutadora que lanzan sobre la realidad, de tamaña revolución en las costumbres? Los tiempos modernos traen nuevos aires de individualidad e intimidad, de recogimiento en el yo y su circunstancia, afán por encontrar el propio lugar en el mundo, para desde éste crearse como individuo y crear como artista. 

«Encerrado en el interior, el habitante encontró en la esfera privada la capacidad de retirarse a un espacio preservado de la mirada foránea para constituirse en sujeto escindido de la multitud. Cuando con el avance del siglo las utopías individualistas sustituyeron a las colectivas y derivaron en un desinterés por transformar el mundo y una simpatía por el placer privado, el individuo encontró cobijo de las intromisiones del mundo en el propio domicilio.» (pág. 24).


El capítulo I del ensayo, «En los inicios», está consagrado a retratar el ámbito de vida de Johan Wolfgang Goethe, quien «anticipa la aventura del artista moderno hacia la desmesura.» (pág. 21). A partir de la Ilustración, surgen dos particularidades principales del mundo moderno: la casa —reino de la intimidad, espacio inviolable, santuario de la privacidad— y el museo —nuevo lugar sagrado que alberga grandes obras y objetos artísticos, con vocación inicialmente pública, esto es, abierto al público—. Lo llamativo del caso es que ambas esferas convergen en la casa de la vida de los artistas y escritores, quienes no se limitan a residir en una casa sino que viven en su casa

La morada es espacio soberano de ordenamiento de las costumbres y el museo, el templo de las musas. No sorprende en esta ocasión que quienes buscan inspiración y atmósfera idónea para escribir, pensar o recrearse se rodeen de objetos artísticos, muebles valiosos, así como que sientan inclinación al coleccionismo. Esta aventura del habitar arranca, después de todo, con el siglo del Enciclopedismo y los salones. La síntesis que reúne dialécticamente la tesis y la antítesis queda patente en otra circunstancia singular: la casa del artista pasa con el tiempo a convertirse en casa-museo, en institución pública, en expresión de lo siniestro, tal y como lo definió Freud: «lo que nos era familiar se convierte en extraño. Una sensación que se produce cuando los deseos a no ser contemplados se desvelan, cuando todo lo que ha quedado oculto, secreto, se manifiesta. El capítulo V, «Tributo a Freud», nos invita a visitar las casas convertidas en museo (antes y después de tener horario al público) de Sigmund Freud, Gabriele D’Annunzio y Salvador Dalí.


  Los relatos modernos de las casas presentan distintos arquetipos. Por un lado, están los individuos —herederos de Blaise Pascal y Michel de Montaigne— que encuentra en la casa el área perfecta para el retiro y el aislamiento. Emily Dickinson y Ana Frank ofrecen una buena muestra de personajes que viven «En una habitación propia» (capítulo II). Pero también Marcel Proust y muchos de quienes tienen «Un destino escrito» (capítulo III). Frente a los artistas domésticos, hallamos a los itinerantes, la otra cara de la modernidad, los homeless de la época. Rainer Maria Rilke, Frank Kafka y Pessoa personifican a los escritores sin casa, con una vida incierta y a la intemperie, viviendo de alquiler, en espacios prestados, en casa de los padres, en hoteles. Allí escriben, dejando pocos rastros en las estancias.

La obra maestra de la casa vivida es la casa hecha realidad por el arquitecto para sí mismo, la familia y los visitantes con invitación personal previa. He aquí el universo de las «Arquitectura interiores» (capítulo VI), allí donde presiden la escena Le Corbusier, Eileen Gray y Frank Lloyd Wright. Mas, si los artistas crean su propio espacio (y oxígeno, según afirmó el filósofo Ludwig Wittgenstein), no puede concluir este viaje por las casas de la vida sin desembarcar en las «Islas» (capítulo VII), allí donde material y espiritualmente hicieron su nido donde incubar su obra Llorenç Villalonga, Pablo Neruda, Joan Miró y Tomás Morales. Entre otros.

 Habitación de Emily Dickinson

Teresa-M. Sala es doctora y profesora de Historia del Arte en las facultades de Bellas Artes y Geografía e Historia de la Universidad de Barcelona. Asimismo, forma parte del Consejo de Estudios del Master de Gestión del Patrimonio Cultural de la UB. Daniel Cid es doctor en Historia del arte y profesor y responsable de la dirección científica de ELISAVA, Escuela Superior de Diseño e Ingeniería e Barcelona.






domingo, 6 de mayo de 2012

TRAS LA PISTA DEL DR. JOHNSON EN LONDRES




La reciente lectura de la pieza teatral El juicio del doctor Johnson, escrita por G. K. Chesterton, me ha hecho regresar mentalmente al Londres del siglo XVIII. En particular, he rememorado la muy física visita que realicé, en época más cercana, a la casa-museo del escritor Samuel Johnsonen la capital del Támesis, sin olvidar las tabernas vecinas que frecuentaba el autor del  Diccionario de la lengua inglesa que recibe su nombre, y que todavía hoy están abiertas al público. Amante de los buenos libros y las buenas conversaciones, tenía asimismo un hueco en su corazón —y su estómago— para las ricas viandas y las alegres bebidas.

Ubicado en un chaflán estrecho, protegido por un dédalo de callejuelas recoletas, uno encuentra la casa-museo del Dr. Johnson, si se empeña en ello. Porque no salta a la vista ni se encuentra a la primera. A pocos metros de la bulliciosa Fleet Street, los aledaños de la vivienda de este hombre sabio, se me antojan aún en nuestros días un remanso de paz en plena jungla del asfalto londinense, una isla dentro de otra isla que alberga más de un tesoro, una burbuja de silencio sin la pompa y la bambolla reinantes en las travesías circundantes. 

17 de Gough Square. En el interior de este recinto calmoso, el docto doctor leía, escribía y meditaba. Para el tumulto y el compadreo, para yantar y echar un trago, hay que dejar atrás las plazuelas mansas que lo envuelven y sentar cátedra ante la mesa de los figones, al calor de los fogones, a pocos pasos de aquí, donde tenía plaza en propiedad el gran Johnson. Y silla. Todavía podemos admirar la pieza en la casa; un asiento sólido, en realidad, una banqueta, que debía resistir todo el peso de la humanidad de nuestro personaje. 

El día que visité la vivienda-museo diríase ser yo el señor de la casa. La recepcionista que me abrió la puerta podía pasar por el ama de llaves, servicial y afable, silenciosa y discreta. Pocos segundos después de ingresar en aquel templo, ya actuaba yo de sumo sacerdote. Entraba y salía de las estancias cuidadosamente ordenadas sin interrupciones; subía y bajaba los tres pisos del edificio, por unas escaleras angostas, sin tropezar con nadie, fantaseando sobre los esfuerzos que tuvo que pasar el buen doctor para completar la escalada; miraba este candelabro de almacén de antigüedades del salón y reparaba en aquel mueble noble de anticuario de la biblioteca, sin distracción alguna. Eché así —y allí— la mañana casi sin apercibirme del paso del tiempo. Tras despedirme de los fantasmas propios del lugar, mis únicos acompañantes durante la visita, salí a tomar el fresco.

El apetito que de pronto sentí puso el reloj en hora. Comprendí entonces que debía completar el recorrido y la pista del doctor Johnson pasando consulta en las tabernas que solía frecuentar para mantenerse entero, para dar de qué hablar a los parroquianos y de qué escribir al fiel amigo James Boswell.








«A very fine cat indeed!»

Entrada Ye Olde Cheshire Cheese Pub (hoy)


Entrada Ye Olde Cheshire Cheese Pub (ayer)



Ye Olde Cock Tavern

Ye Old Cock Tavern (desde el interior)


El doctor Genovés brinda en honor del Dr. Johnson

viernes, 4 de mayo de 2012

MILLONARIOS DE IZQUIERDA




 
 
El misterioso caso de los millonarios de izquierda.
 
¿Son millonarios porque son de izquierda? ¿O son de izquierda porque son millonarios...?

Estas preguntas me hago leyendo noticias de prensa como estas:
 
«LD / agencias 2012-05-04
 
Ante el anuncio de nacionalización de empresas españolas por parte de los gobiernos de Argentina y Bolivia, los cantantes Joan Manuel Serrat y Joaquín Sabina restaron importancia a este asunto y apostaron para que su país encuentre una salida a la crisis.

Los cantautores desgranaron la actualidad de su país en una rueda de prensa previa a los dos recitales que este fin de semana ofrecerán en Chile en el marco de su gira "Dos pájaros contraatacan", para presentar así La orquesta del Titanic, su última creación "a cuatro manos".

En el auditorio sacaron a relucir su faceta más combativa y, acompañados por un par de cervezas, repasaron desde la situación de la Monarquía hasta la recesión que azota España, sin olvidarse de la actualidad latinoamericana.

Así, preguntados por la reciente nacionalización de empresas de capital español como YPF, en Argentina, y Red Eléctrica Española, en Bolivia, tanto Serrat como Sabina señalaron que ambos casos entran dentro de la soberanía de cada Estado. "Yo no soy Repsol, yo no me siento en ningún momento agredido por ningún gobierno y eso acaso es historia de una multinacional y un Estado", explicó el cantautor catalán.

Un argumento que Sabina comparte con su amigo, ya que como defensor que se considera de la "empresa pública" cree que no se puede posicionar en contra "ahora que estatalizan algo que era de una multinacional".

Por eso, a lo largo una conversación con los medios de comunicación que se alargó más de una hora, Serrat y Sabina quisieron poner la tilde en la delicada situación económica en la que se encuentra España.

"España está como el culo, muy mal", dijo sin pelos en la lengua Sabina, quien agregó que en sus nuevos temas "queremos que salgan unas canciones indignadas, porque nosotros también estamos indignados", explicó haciendo alusión directa al movimiento del 15 de Marzo que el pasado curso nació en su país.»

 http://grancanariadoramas.files.wordpress.com/2010/08/sindicato-de-la-ceja.jpg