miércoles, 2 de febrero de 2011

ALÓ, PRESIDENTE. ¿ES USTED SOLVENTE?


No se inquiete el lector. La pregunta aquí formulada no va dirigida, directa y personalmente, al amable visitante de esta columna, quien de esta manera la sostiene y evita que caiga… en el vacío. Aun así, probablemente, la cuestión no le resulte extraña. Pues, ¡a ver quién no ha sido puesto alguna vez bajo el foco de tan inquisitiva solicitud, con estas mismas palabras u otras similares! 
«Solvente» significa, en puridad, individuo capacitado y responsable. Este sentido lato del término, ha sido eclipsado por otro de alcance muy económico: aquel que, estando en condiciones de solventar una situación dada —o, mejor aún, de resolverla en el futuro—, acaba pagando la deuda o la cuenta. El sujeto que resuelve es, dicho en román paladino, quien afloja la mosca. Sucede, sin embargo, que no siempre quien convoca la solvencia ajena está libre de la propia. 
Según sostienen la mayor parte de los economistas, en España existen serios problemas de solvencia, confianza y credibilidad en el sistema financiero. Aunque no siempre lo puntualizan, deberemos entender que semejante déficit apunta asimismo a la clase política. El problema principal, dicen, es que los bancos y cajas no conceden créditos a particulares, familias y empresas, porque no se fían del cliente, a menos que demuestre ser solvente. En cuyo caso, le son exigidas plenas garantías y prendas de sus bienes, pasando así, si es que da el paso, de propietario con alma solvente a candidato a carne de indigente. 
Ahora bien, con los balances de las entidades financieras como están —en estado crítico—, el empleado del banco o caja que interpele al cliente necesitado de crédito con el «¿es usted solvente?» merece ser replicado con un «¿y ustedes, qué tal están?» El ciudadano responde de su particular solvencia con la bolsa o la vida. Pero, al menos desde que gobiernos y bancos centrales abandonaron el patrón oro, ¿qué o quién avala hoy de verdad a los bancos ante los depositantes?


Aseguran que el Gobierno y el Estado, en su conjunto. O, en particular, el FROB, el Fondo de Garantías de Depósitos y el Banco de España. Y, en último término, siempre nos quedarán el BCE, los países ricos de la UE o el FMI. Con un crédito presuntamente ilimitado, alguno de esos gigantes liquidará la factura...
Este peculiar modelo del pásalo recuerda el viejo truco de entrar gratis en el cine o el teatro consistente en que, sucesivamente, cada miembro de la cola que llega al personal de taquilla señala al que viene detrás para que le cobre. Y así hasta el último de la fila. Sin nadie guardándole las espaldas, a éste le tocaría pagar por todos los demás. Sin ir más lejos, la estafa reciente del caso Madoff y la quiebra creciente del sistema público de pensiones y de la SS evocan tan pícaro esquema piramidal.
En España, entretanto, sigue en activo un presidente del Ejecutivo que presume de patriotismo financiero y alardea de tener bajo control la economía nacional  y la internacional. Mago socialista, saca chequeras de la chistera e invita al público a entrar en una caja de purpurina con trampilla y sin fondo. Pidiendo un voto de confianza, asegura que luego hará que salgan tan ricamente. Alguien podría telefonear a La Moncloa, que le pasen con Zapatero y preguntarle:
— Aló, Presidente ¿Es usted solvente?


El presente texto fue publicado como columna de Opinión en el diario digital Factual.es (hoy desaparecido), el 28 de marzo de 2010, con el título «¿Es usted solvente?»

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