jueves, 1 de julio de 2010

LA SUERTE, ESA TONTERÍA



«Generalmente, la gente llama suerte a sus propias tonterías.»
(Arthur Schopenhauer, Parerga y Parelipomena)

Muchas personas, y demasiado a menudo, suelen hacer cargar sobre las espaldas de la diosa Fortuna lo que no es sino el resultado de sus propias acciones. O de la falta de acción. Si a un escritor en ciernes, por ejemplo, algo no le sale como esperaba, ello es debido a que ha tenido mala suerte:
«Aquellos que dicen: Tengo mala suerte, son los que no han tenido aún éxito y que lo ignoran”. (Charles Baudelaire, “De la suerte y la mala suerte en los comienzos”, en Consejos a los jóvenes escritores).
Ignoran, más que nada, que el éxito en una empresa no se funda en la suerte ni en la esperanza, sino, básicamente, en la adecuada preparación y disposición personal, en la prudencia y el buen juicio, en el buen hacer. En aquello que los antiguos denominaban la “virtud”.
Si, por el contrario, el resultado de la partida ha sido ventajoso, cabe apuntarle el tanto a la buena suerte, una de las muchas maneras de convocar o evocar la justicia poética:
“Los jóvenes escritores que hablan de un joven colega con acento envidioso, dicen: Es un buen principio, ¡ha tenido una suerte bárbara! No reflexionan en que todo comienzo tiene siempre sus precedentes y que es efecto de otros veinte comienzos que nos son desconocidos.” (Charles Baudelaire, Ibíd.)
¡Las cosas que ingenia el ser humano con tal que huir de la responsabilidad y de abandonarse a las imaginarias argucias del genio maligno, o benigno, según convenga! La suerte, que no debe confundirse con el azar ni con la incertidumbre, es una categoría residual del pensamiento mágico y, por tanto, pertenece al capítulo de la superstición y el fetichismo.
En ocasiones escuchamos, en tono de lamentación: “¡Qué tiempos éstos que nos ha tocado vivir!” Y digo yo: vano consuelo el de quienes a estas jeremiadas se abandonan, pues la vida no se rige por mecanismos de ruleta, ni por el ciego albur de la lotería o la rifa. Lo necesario, aunque no suficiente, para conseguir éxito es tener libertad de acción e impulsar nuestra voluntad para llevarla a cabo.
Y es que, en efecto, en el resultado de la acción humana intervienen múltiples factores y voluntades.
“Así, ejercitadas por ella [la circunferencia en la que actúan las voluntades individuales], todas las voluntades humanas que están enclaustradas varían en cada momento su juego recíproco, y eso es lo que constituye la libertad.” (Charles Baudelaire, Ibíd.)
Se creen afortunados quienes al saber le llaman suerte. A ella se confían en vez de esforzarse en saber y en actuar lo mejor posible según el momento y la ocasión. Y si no, de todo recelan, y al menor estrago, a la fatalidad invocan.
La suerte, ese cuento para tontos. Dicho sea sin ánimo de ofender.

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