viernes, 4 de junio de 2010

UNA VOZ AMIGA QUE AVIVA Y DESPIERTA EL ÁNIMO


«— Señor —decía Sancho a su señor Don Quijote—, las tristezas no se hicieron para las bestias, sino para los hombres; pero si los hombres las sienten demasiado se vuelven bestias: vuesa merced se reporte, y vuelva en sí, y coja las riendas de Rocinante, y avive y despierte, y muestre aquella gallardía que conviene que tengan los caballeros andantes.» (Miguel de Cervantes, El Quijote, II, Capítulo XI).

Pocas veces se ha expresado mejor — con más gracia y ternura— que en este fragmento cervantino, el desventurado efecto de la tristeza en el hombre. El vivir abatido, nos dice Cervantes por boca de Sancho, supone, en realidad, un sinvivir, un estar fuera de sí por parte de quien no es capaz de comportarse convenientemente. La tristeza puede marcar una etapa o un tránsito en nuestro devenir, pero bajo ningún concepto puede significar un modo de vida (humano). Repórtese, pues, el hombre afligido. Que vuelva a coger las riendas de la vida y jamás maldiga la vida. Que avive el seso y despierte, y vuelva en sí. Que muestre el coraje necesario para superar el estado de postración. Dicha fuerza del ánimo es caracterizada como «gallardía» en los libros de caballerías, y a mí me es grato calificarla, en el ámbito de la ética, como contento moral.
La tristeza paraliza y embrutece al hombre, en efecto. Sin embargo, el esteta a menudo considera la desolación un tónico para la producción intelectual y la creación artística, acaso como también la malandanza, el hambre y la absenta. Cree, de esta forma, que a la sombra de la tristeza, la hermana melancolía remueve el genio y el ingenio del hombre, cual labrador que hiere la tierra con el arado, esperando recoger algún día una provechosa cosecha. Mas quien vive con el alma surcada, presumiendo de amargura y aflicción —como el infortunado tullido exhibe el muñón con una mezcla de espíritu de conquista y desafío—, ése sabe poco de bienes y ganancias morales. Como al lisiado, sólo le cabe esperar una roñosa limosna o vivir del subsidio, desdichadas maneras del sub-sistir. Aguardando futuro tan sombrío, acaso confía legar, como máxima aportación, a la posteridad algún sublime himno a la desesperación.

¡Desgraciado el melancólico que rumia sus penas en soledad! ¡Y afortunado aquél que, soportando la negra losa de la pesadumbre, siente la cálida voz amiga que le anima a sobreponerse y a reportarse, para así tener una nueva oportunidad y poder continuar el camino andante!

No hay comentarios:

Publicar un comentario